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jueves, 10 de diciembre de 2009

La vida de los otros

El viernes 11 de diciembre a las 20:00 horas Aula de Cine proyectará la película La vida de los otros.



La vida de los otros en filmaffinity
El cine es un arte de miradas que nos ayudan a ver. Gracias a él, el ojo del ser humano se ha ido entrenando desde los tiempos de los Lumiére en adelante, adaptándose a nuevas exigencias, sueños y trampas. Por eso existen tantas películas inmortales en las que los protagonistas se dedican a contemplar a los otros, como aquel fotógrafo impedido de La ventana indiscreta con la que Hitchcock elaboró su particular ensayo sobre el papel del espectador en la representación cinematográfica.

En esta joya preñada de matices y sugerencias que es La vida de los otros hay un policía que espía a un dramaturgo bajo sospecha en la República Democrática Alemana. Invade su intimidad y la de su pareja gracias a un sistema de escucha que no es sino el símbolo del control totalitario de la ciudadanía. Pero, aunque él aplica sagazmente el oído, el director Florian Henckel convierte al público en el vigilante supremo del relato, permitiéndole asistir a la transformación del agente, una de las más hermosas y delicadas que se han visto en la narrativa fílmica reciente.

Gracias al juego de miradas que se establece en su mecanismo, La vida de los otros crece desde el interés historicista –la recuperación de la memoria de lo que sucedió tras el “telón de acero”– a la emoción cultivada con mimo. Para lograr lo primero, la puesta en escena recrea con precisión un ambiente lúgubre, gris y deshumanizado. Para lo segundo, el guión va calando gracias al desarrollo de unos personajes poco maniqueos y muy humanos en sus acciones, totalmente comprensibles con independencia del juicio moral que merezcan.

Y nada de esto sería posible sin la activa participación de un grupo de actores entre los que sobresale la figura de Ulrich Mühe, que también hace de cada mirada un arte supremo. Pero, sobre todo, destaca en la película la complementariedad de la tensión y el pensamiento, esa mezcla que, cuando funciona, transforma al espectador en un vigía inteligente que logra observar el fondo de la superficie.

Lo que en un principio parece inexpresión se encuentra regulado por Ulrich Mühe para apreciar a través de la vida de los demás como es realmente su propia vida. Gélido, escrupuloso, encarna a un hombre inflexible y convencido de sus principios comunistas en los que el régimen está por encima de todo. Sin embargo debajo de cada impávido gesto se engendran cambios en su personalidad que con posterioridad hacen que cada pequeña variación en su rostro sea traducida perfectamente por el espectador para descifrar los sentimientos de tan adusto personaje.

Con su sistema de escuchas se aprecia como cambia su concepción sobre la aplicación de unos métodos que el consideraba justos y necesarios. Pero por encima de eso, la película nos habla de la soledad del individuo, de aquel que estructura su existencia alrededor de una idea y el desasosiego que resulta al contemplar como las anteriores y válidas convicciones se hacen añicos, como todo se desmorona.

Profunda, cargada de ritmo, consigue imbricar suspense y tensión con una epidérmica revisión de los principios de los individuos, de las consecuencias de la falta de libertad, de la obsesión por el control absoluto en los detalles más nimios cuando en realidad hasta la propia existencia se escurre entre las manos.

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